1 de octubre de 2011
Cumpleaños 36
El Pujol es un lugar discreto en la calle de Francisco Petrarca en la colonia Polanco. La fachada son vigas de madera horizontales color caoba obscuro con una puerta de cristal, el nombre no se lee en ningún lado. Nos recibe el valet parking y muy amable carga la sillita de Irith con ella adentro durmiendo. Me preguntan a nombre de quien está la reservación y nos hacen pasar, es un salón con paredes negras, el piso de madera, muy sobrio, las mesas con manteles blancos, las sillas color crema muy cómodas, son pocas mesas. Los meseros todos tienen aspecto muy mexicano casi indígena, piel obscura y rasgos autóctonos, todos ellos vestidos de negro sin muestra de sumisión, más bien se nota un cierto contento por ser nuestros anfitriones, y nos hacen pasar un momento muy agradable, explicándonos de que están hechos cada uno de los platillos, se les ve como en una danza invisible porque sirven a todos los comensales de la mesa al mismo tiempo. Gran parte de la vajilla esta hecha de barro, los cubiertos tienen una forma muy original y a la vez funcional.
Para empezar nos ofrecen dos cortesías del chef las cuales no recuerdo el nombre, solo la textura del elote flaquito con una crema y una pequeña degustación de jícama con nieve de limón, a eso me supo. Después ordenamos el menú de tierra, que es de 7 tiempos cada uno especialmente escogido por el chef lo que nos hace pensar que vamos a comer lo mejor del menú. La bolita de quintonil y queso de cabra fue el primer platillo y realmente nunca me imaginé que el quintonil fuera tan sabroso. Lo primero que pensé cuando probé La Milpa es “no está alterando mi paladar es un sabor muy sutil, muy natural y lo puedo disfrutar” refiriéndome al hecho de que si estás acostumbrado a tomar coca cola quizás pienses que no sabe a nada, pero de verdad el sabor de las flores de calabaza junto con las calabacitas un poco asadas y los trozos de jitomate todo crudo acompañado de un dip de frijoles negros y queso fresco era muy sutil y muy sabroso. Lo que mejor recuerdo es el tamal de huitlacoche que esta sobre una cama de salsa verde cubierto por un mousse de nata. La textura suave del mousse junto con el sabor del huitlacoche es muy especial y cuando esto toca un poco del picor de la salsa verde esto realmente se convierte en algo delicioso. El huevo escondido fue una sorpresa para mí, no vi cuando lo pusieron en la mesa por eso no supe que era, al principio pensé que era mousse sobre una infladita pero cuando empecé a comerlo híjole que cosa más rica, la infladita rellena de frijoles, el huevo medio cocido, todavía crudo por dentro cuando lo corte y baño la infladita estos tres sabores se volvieron una delicia en mi boca. Los chilacayotes curados en limón y sal y después bañados con chile atole y con unas papitas cambray estaban que yo no me los quería acabar hubiera querido que se hicieran interminables y me di cuenta que los sabores poco a poco se empezaban a hacer más intensos que al principio. La pechuga de guajolote yo no sabía que fuera tan suave y tan rica estaba bañada con mole sobre un puré de zanahoria blanca y con un molote de plátano macho. Cuando probé el puré de cacahuatzintle no creí que algo tan sencillo pudiera ser tan rico, es como un taco pero en lugar de tortilla tenía una hoja de lechuga, dentro había un trocito de chicharrón y el puré de maíz pozolero estaba increíble y cuando me lo comí cerré los ojos, no pude evitarlo. La nieve de zarzamora flameada con tequila estuvo bastante bien y yo como soy bien dulcera disfrute mucho el segundo postre que ellos llaman biscocho de chocolate, y se forma por un trozo de pastel de chocolate una laminilla de caramelo, el helado de palomitas y lo más rico el ganache de cacao y miel, con un poco de agua de cacao. Que les puedo decir evocar esta tarde de primero de Octubre de 2011 para festejar mis 36 años será una costumbre en la familia.
En algunos momentos no pudimos realmente entregarnos al placer de la comida por atender a nuestras hijas que además estaban especialmente inquietas, Irith platicando a grito pelado mucho tiempo y Libi pidiendo ya irnos, hasta le preste mi Iphone para que jugara pero ni eso la aplaco ya estuvo más tranquila casi al final cuando jugamos a darnos regalos envueltos en servilletas pero bueno somos una familia no?. Y así concluyo nuestra visita al Pujol un lugar ampliamente recomendado, lo mejor es hacerlo sin niños. Llegamos a las 3:15 y salimos a las 6:15 o sea que en tres horas la comida se distribuyó de manera armoniosa, sin prisas, siete tiempos, siete momentos cada uno finamente escogido y como podrán leer lo disfrutamos mucho!!!
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como vez?